El
Papa Francisco se hincará y rezará frente a la tumba de Samuel Ruíz García, ex
obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, ubicada en la Catedral
de la Paz de la ciudad colonial de Chiapas. Un grupo de periodistas le hacemos
un homenaje al “jtatik” (padre en lengua tseltal) que consolidó una pastoral cercana
a los pobres y marginados, además de construir – junto con teólogos y obispos
de Brasil, Perú, Bolivia, México…- la teología de la liberación. A reserva que
se tenga el folleto impreso y digitalizado en las próximas horas, a partir de
la llegada del Papa Francisco a Chiapas publicaremos en las redes sociales algunos
de los los materiales redactados en homenaje a “jtatik”.
Texto: Elio Henríquez, Juan Balboa y Berenice
Moreno.Caricatura: Enrique Alfaro.
Fotografías: Carlos Martínez Suárez.
Corrección: Humberto Pérez Matus.
Producción general: Enrique Alfaro y Juan Balboa.
Jtatik (padre) Samuel
“Soy un verdadero patriota”: Samuel
Ruiz
Juan Balboa
San
Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. El obispo emérito de
esta diócesis siempre se definió como un cristiano “patriota y mexicano”. Según
él, al anunciar el evangelio de los pobres no contradecía al poder político porque
la Iglesia católica mexicana “no era monolítica”, como tampoco, atajaba, el
Partido Revolucionario Institucional.
A continuación algunos
fragmentos de entrevistas realizadas desde los años ochenta con el entonces
obispo de la sede eclesiástica de San Cristóbal de Las Casas.
–¿Cómo se define usted,
señor obispo? ¿Patriota, nacionalista, cristiano…?–Es que no puedo desligar una cosa de la otra. Si yo soy y me siento persona, miembro de una comunidad nacional a la cual pertenezco, no lo hago desligadamente de mis convicciones cristianas; no están en oposición, o por lo menos no hay oposiciones radicales, fundamentales, sino una trabazón interna. Los conflictos se presentan cuando ya hay situaciones injustas cuestionadas desde un momento concreto, pero el que yo sea cristiano me da una fundamentación mayor para ser patriota y mexicano.
–¿El anuncio del
evangelio de los pobres no le trae contradicciones con el poder político?
–Evidente… Jesucristo
lo planteó como una cosa que desde el principio se ve. La dinámica del poder en
el mundo lleva, como dice él, un germen de dominación. Es decir, ustedes ven
que quienes están al frente de los pueblos los dominan y buscan sus propios intereses.
Esta dinámica como dominación está contrapuesta por una de la Iglesia, de
servicio. Yo tengo poder. Me ha sido dado en el cielo y en la tierra, y con eso
los mando yo a ustedes: vayan y anuncien la palabra del Señor. Es un poder diferente
al político, que lo anuncia él (Jesús) como un servicio de lavarse los pies
unos con otros. “Se justifica la situación jerárquica de la Iglesia, es decir… que no son nombrados ni el papa ni los obispos de forma democrática porque se quiere asegurar a lo largo del tiempo la existencia de un servicio a la comunidad, no como resultado de un movimiento de facciones políticas que llevan ahora a éste o aquel otro al poder.”
–¿Usted ha tenido
confrontaciones con gobernadores y presidentes de la República?
–No directamente… Sí
hay un poder que yo ejerzo como servicio, que no confronta con otro que quiere
ser conducción, o como se le quiera llamar, pero no concebido en su estructura
misma como un servicio auténtico sino como una conducción, algunas veces por
deterioro e inclusive en situación de corrupción que todo mundo conoce como una
imposición destructiva y un control represivo de los brotes de transformación
en la comunidad. Entonces las dificultades se plantean en la situación concreta,
no en una discusión frontal porque ni yo exijo, y lo saben, ni ninguno de los
obispos, reconocimiento de fueros o derechos determinados o de que seamos
competidores de la autoridad en el momento dado y podamos lanzarnos como
candidatos a gobernador del estado o cosa parecida.“En ese sentido no puede haber una competencia directa y frontal si no es sobre las acciones concretas donde se está viendo una situación injusta. Nosotros acompañamos a la gente en el sentido de que habiendo dado una iluminación estamos de acuerdo en su lucha por una transformación y la búsqueda de los instrumentos adecuados para poder llevarla a cabo, con sus fallas y limitaciones. Nosotros acompañamos a quien está luchando por la construcción del reino de Dios…”
–¿Usted cree que la
Iglesia debe participar en política?
–Primeramente te
pregunto a qué le llaman política, porque generalmente cuando he escuchado esa
pregunta lo hacen a no aplaudir al PRI. Pero si yo recibo en la catedral al
gobernador y le toco las campanas, o a un candidato a gobernador, inclusive le
preparamos por ahí un banquetito, pues eso no se llama entrar en política.
Empezaríamos por definir qué entiendo por política.
“La política es
preocupación activa por el bien de la comunidad. Polis –en la antigua Grecia,
Estado autónomo constituido por un pequeño territorio– es la ciudad. Político
es aquel relacionado con la polis, ciudad, y política sería toda actividad que
tiende a construir, mejorar o también deteriorar el bien común de la comunidad
humana. Eso sería en el sentido amplio… Existe también lo que llamaríamos una
de la transformación de la sociedad, ya no sólo de mejorar lo que está
existiendo, sino cuando llegamos a constatar que vivimos en una situación en
donde la acción de la comunidad como tal es deteriorante, no solamente de ella
misma sino de las estructuras de la sociedad como están funcionando. Entonces
llegamos a la concepción de que es su límite y se necesita el cambio de la
propia estructura. Así lo han indicado documentos pontificios desde tiempos
atrás. El análisis de esta sociedad actual indica que hay estructuras de
pecados, injustas, que es necesario cambiar…
“Para decirlo más
chabacanamente, el problema no es el presidente que está en turno en un lugar
determinado sino el caballo (la estructura) en el que está montado. Eso es lo
que hay que cambiar.” (CVV).
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