El
Papa Francisco se hincará y rezará frente a la tumba de Samuel Ruíz García, ex
obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México, ubicada en la Catedral
de la Paz de la ciudad colonial de Chiapas. Un grupo de periodistas le hacemos
un homenaje al “jtatik” (padre en lengua tseltal) que consolidó una pastoral cercana
a los pobres y marginados, además de construir – junto con teólogos y obispos
de Brasil, Perú, Bolivia, México…- la teología de la liberación. A reserva que
se tenga el folleto impreso y digitalizado en las próximas horas, a partir de
la llegada del Papa Francisco a Chiapas publicaremos en las redes sociales algunos
de los los materiales redactados en homenaje a “jtatik”.
Texto: Elio Henríquez, Juan Balboa y Berenice
Moreno.
Caricatura: Enrique Alfaro.Fotografías: Carlos Martínez Suárez.
Corrección: Humberto Pérez Matus.
Producción general: Enrique Alfaro y Juan Balboa.
Jtatik (padre) Samuel
La
tumba del jtatik caminante es un
santuario en Jovel
Elio Henríquez
San
Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Como fue su deseo, los
restos de Samuel Ruiz García, obispo de la diócesis sancristobalense de 1960 a
2000, reposan en un féretro colocado detrás del altar de la catedral el 27 de
enero de 2011.
Desde que fue
sepultado, la tumba del j’tatik (padre
en lengua tseltal) es visitada cotidianamente por muchas personas que lo
recuerdan porque lo conocieron o por su trabajo pastoral en la defensa de los
derechos de los pueblos originarios.
La mayoría se hinca, se
persigna, reza, prende una veladora, ofrenda flores, agradece, y no pocos hasta
piden les haga algún milagro, como ocurre en El Salvador a Óscar Arnulfo
Romero, el arzobispo mártir de ese país, ahora beato.
En la parte superior de
la tumba, que forma parte de todo el conjunto del altar, hay una fotografía
suya en la que aparece con sotana oscura, un báculo de madera –símbolo de los
pastores, como él durante 40 años–, una mitra con bordados regionales y sus
datos biográficos.
Una placa empotrada en
la parte que oculta el ataúd color madera tiene inscrita la frase “Edificar
para plantar el reino de justicia, de amor y de paz”, pronunciada en una de sus
últimas homilías.
En torno al sitio fueron
instalados protectores de madera de cedro mandados a hacer por el párroco de
Tila, Heriberto Cruz Vera, uno de sus cercanos colaboradores. Para construir la
tumba fue necesario solicitar autorización al Instituto Nacional de
Antropología e Historia y “costó que diera permiso”, según ha relatado el
obispo Felipe Arizmendi Esquivel.
En la misma sepultura
fueron reinhumados los restos de su inseparable hermana Luz María, Luchita,
quien había fallecido seis años antes que él, hasta entonces en la cripta de la
catedral, construida en un subterráneo.
“Muchos no saben que
está sepultado aquí; llegan preguntando dónde está, sobre todo las personas que
vienen de fuera, porque los indígenas sí lo saben en su mayoría”, comentó una
persona que trabaja en la catedral.
Quienes lo visitan,
como lo hará el papa Francisco durante su estancia en la catedral el 15 de
febrero, reconocen que en la tumba sólo está su cuerpo. Lo saben, su espíritu
no está únicamente en ese recinto construido hace cerca de 500 años sino en las
comunidades originarias, en el corazón de los pobres del país y de muchas
partes del mundo, porque su figura trascendió fronteras.
Saben que la imagen del
jtatik se agiganta por la importancia
de su trabajo pastoral, por el impulso a la Iglesia autóctona –no autónoma– aun
en contra de no pocos jerarcas católicos incrustados hasta en El Vaticano, por
su defensa de las garantías de los mayas del presente, y también que su trabajo
tendría menos valor si lo hubiera ejecutado durante un papado a modo como el de
Francisco, quien se ha cargado hacia los pobres, los desposeídos.
Echan de ver que el
espíritu de El Caminante –como se hizo
llamar entre un amplio sector de grupos conocidos como radioaficionados, banda
civil o ciudadana– está al lado del de fray Bartolomé de Las Casas, quien fuera
primer obispo de Chiapas hace casi 500 años, pionero en defender los derechos
de los indios y que aguarda una oportunidad para ser beatificado.
La visita del papa
Francisco a la tumba del jtatik
significa implícitamente un reconocimiento a su labor pastoral, a su defensa de
los derechos de los pueblos originarios, de los pobres, y, claro, también a fray
Bartolomé. (CVV).
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