Hace 46 años, un 7 de agosto de 1974, en Tel Aviv, Israel,
fallecía la escritora Rosario Castellanos a causa de un choque eléctrico
provocado por una lampara.
Varios personajes cercanos a ella dudan de la veracidad de la
versión; Algunos aseguran que fue un accidente, otros creen que fue un
suicidio.
Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925, pero se trasladó junto a su familia a Chiapas, pasando toda su infancia en una hacienda en Comitán, en una zona habitada por mayas de las etnias Tseltal y Tojolabal.
La opresión a los indígenas como a las mujeres se
transformaron en los temas de su bella literatura: Balún Canán (1957), Ciudad
Real (1960), Oficio de Tinieblas (1962) y Mujer que sabe latín (1973).
Antes de convertirse en embajadora, Rosario Castellanos
estudió en 1941 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM); luego consiguió su maestría en 1950 y, gracias a una
beca, viajó a Madrid para estudiar Estética.
Impartió clases en la Universidad Atónoma de México (UNAM) y
en la Universidad Iberoamericana. En Estados Unidos, impartió clases en la
Universidad de Wisconsin, de Indiana y Colorado. También trabajó en el
Instituto Nacional Indigenista en Chiapas en San Cristóbal de las Casas, en el
Instituto Chiapaneco y en el Pen Club de México.
El presidente Luis Echeverría la nombra embajadora en Israel,
en donde murió, el 7 de agosto de 1974, electrocutada en su casa de Tel Aviv.
Reproducimos uno de los más hermosos poemas dedicados a la gran
escritora
Recado a Rosario Castellanos
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor.
Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
sí lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
Retonta por desvalida, por inerme,
por estar ofreciendo tu canasta de frutas a
los árboles,
tu agua al manantial,
tu calor al
desierto,
tus alas a
los pájaros.
Retonta,
rechayito, remadre de tu hijo y de
ti misma.
Huérfana y
sola como en las novelas,
presumiendo
de tigre, ratoncito,
no dejándote
ver por tu sonrisa,
poniéndote
corazas transparentes,
colchas de
terciopelo y de palabras
sobre tu
desnudez estremecida.
¡Cómo te
quiero, Chayo, cómo duele
pensar que
traen tu cuerpo! —así se dice—
(¿Dónde
dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de
la lámpara, recogerla del piso
con una
escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?)
¡Cómo duele,
te digo, que te traigan,
te pongan,
te coloquen, te manejen,
te lleven de
honra en honra funerarias!
(¡No me
vayan a hacer a mí esa cosa
de los
Hombres Ilustres, con una
chingada!)
¡Cómo duele,
Chayito! ¿Y esto es todo?
¡Claro que
es todo, es todo!
Lo bueno es
que hablan bien en el Excélsior
y estoy
seguro de que algunos lloran,
te van a
dedicar tus suplementos,
poemas
mejores que éste, estudios,
glosas,
¡qué gran
publicidad tienes ahora!
La próxima
vez que platiquemos
te diré todo
el resto.
Ya no estoy
enojado.
Hace mucho
calor en Sinaloa.
Voy a irme a
la alberca a echarme un trago.
Jaime
Sabines
Multimedios
Ámbar
Al pie
del Cañón
RunRún
Fuente: Antología
poética de Jaime Sabines.
Edición:
Juan Balboa
7 agosto 2021.
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