El
histórico guerrillero Ernesto Guevara (El Che Guevara también conocido como Chang
Cho y Fuser) cumpliría hoy 103 años de edad. Nació el 14 de junio de 1928 en
Rosario, Argentina y fue asesinado el 9 de octubre de 1967 en La Higuera,
Vallegrande, Santa Cruz, Bolivia.
En
recuerdo/homenaje al íntimo amigo de Fidel Castro publicamos un texto aparecido
hoy en medios de Cuba.
Fidel,
hombre atento a los grandes acontecimientos de la historia, pero también a los
detalles más simples del día a día, expresó admiración por muchas personas:
héroes, mártires, intelectuales, obreros, campesinos, amas de casas, niños…
Pero uno en especial conquistó su respeto y aprobación; el Che.
Consciente
de sus actos y palabras como era, no temió en hacer público su aprecio hacia
él, incluso, antes que el camarada argentino fuera asesinado el 9 de octubre de
1967. Lo aceptó entre los
expedicionarios del Granma, fue el primero al que ascendió a Comandante en la
Sierra, le encomendó importantísimas misiones en el orden militar, económico y
político de la naciente Revolución.
Al conocer
de su muerte, como líder intentó contener las emociones y respetar la propia
filosofía guevariana de: bienvenida sea la muerte siempre que ese grito de
guerra llegue hasta un oído receptivo y otra mano se extienda para empuñar el
arma. Pero en aquella velada solemne, era justo expresar, de algún modo, los
sentimientos con relación a quien consideraba: “sin duda alguna, el más
extraordinario de nuestros compañeros de Revolución”.
Cómo se
conocieron
La fría
noche mexicana del 9 de julio de 1955, en la casa de la cubana María Antonia
González, se “calentó” con una discusión sobre política entre dos jóvenes con
alma inquieta por las patrias del mundo y que acababan de conocerse. La plática
duró horas. Pero hubo total entendimiento; en la madrugada, Ernesto Guevara de
la Serna, ya era uno de los expedicionarios del Granma.
El mozo
argentino había llegado hasta Fidel Castro por medio de Raúl Castro, y a este,
gracias a Ñico López, uno de los asaltantes del Moncada, que pudo escapar del
país y establecerse en Guatemala, donde conoció al Che, un hombre con sueños de
justicia para todos los pueblos del mundo.
Allí, ambos
experimentaron el derrocamiento del gobierno progresista de Jacobo Arbenz, que
conllevó a una situación extremadamente difícil para los exiliados
latinoamericanos. Y a México partieron; Ñico para refugiarse, y el Che para
continuar saciando su sed de Revolución Social. Allá se reencontrarían estos y
contactarían con integrantes del Movimiento.
Che y
Fidel, afinidad desde el principio
El joven
argentino de 27 años, no militaba en ningún partido político, pero ya era en
esa época un marxista de convicción. A decir de Fidel, la coincidencia de ideas
fue uno de los factores que más ayudó a su afinidad con él.
“Desde el
punto de vista teórico, él estaba más formado; era un revolucionario más
avanzado que yo. Pero en esos días, estas no eran cuestiones que tratáramos.
Hablábamos sobre la lucha contra Batista, los planes para desembarcar en Cuba y
para comenzar la guerra de guerrillas”.
“Se le veía
impregnado de un profundo espíritu de odio y desprecio al imperialismo (…)
hacía muy poco tiempo había tenido la oportunidad de presenciar en Guatemala la
criminal intervención imperialista a través de los soldados mercenarios que
dieron al traste con la revolución de aquel país”.
“Para un
hombre como él no eran necesarios muchos argumentos. Le bastaba saber que Cuba
vivía en una situación similar, le bastaba saber que había hombres decididos a
combatir con las armas en la mano esa situación, le bastaba saber que aquellos
hombres estaban inspirados en sentimientos genuinamente revolucionarios y
patrióticos. Y eso era más que suficiente”.
A la
convergencia de pensamiento se unía su simpatía. Según el Comandante, era de
esas personas a quien todos le tomaban afecto inmediatamente, por su
naturalidad, su sencillez, su compañerismo y sus virtudes.
El Che le
creó “problemas” a Fidel
Desde el principio,
Fidel confía en la capacidad de él y lo pone al frente de un campamento allá en
México, pero hubo algunos de los futuros expedicionarios que empezaron a
quejarse de que era argentino. “Se buscaron la gran bronca conmigo”, narraba, y
a la vez, en forma jocosa aseguraba que el “verdadero” problema el Che lo había
creado estando en prisión en el país azteca.
“Cuando al
Che lo van a interrogar, y le preguntan: -¿Usted es comunista?-Sí, soy
comunista, contesta. Y los periódicos, allá en México, hablando de que se
trataba de comunistas que estaban conspirando para liquidar la democracia en el
continente, y no se sabe cuántas cosas más.
Al Che lo
llevan ante un fiscal, lo están interrogando, y él hasta se puso a discutir
sobre el culto a la personalidad y la crítica a Stalin (…) Esto ocurría en
julio de 1956, y en febrero de ese mismo año se había producido la crítica de
Jruschov a Stalin. Se acogía, desde luego, a las versiones oficiales del
Congreso del Partido soviético.
Che les
dice: -Sí, cometieron errores en esto y lo otro, defendiendo su teoría y sus
ideas comunistas. ¡Figúrese¡, él, que era argentino, en ese momento tenía más
riesgos. Creo sinceramente que en situaciones como aquella en que todo el
proyecto podía peligrar, lo más conveniente era desinformar al enemigo. Pero al
Che, fuertemente influido por la épica de la literatura comunista, no se le
podía reprochar por aquel enredo táctico, que no impidió su viaje con nosotros
a Cuba”.
Muy
original: motorista, médico de leprosos, alpinista…
Además de la
osadía y la firmeza de principios que demostró en aquel interrogatorio, en esa
primera etapa, el líder del Movimiento cubano conoció del Che otros detalles de
su vida, que le daban luces de la personalidad excepcional del recién designado
jefe de sanidad.
“Che, joven
como tantos jóvenes estudiantes, graduado de la universidad de su país, como
tantos graduados, en este caso como médico, con especial curiosidad e interés
por las cosas del continente, con especial espíritu de estudio, de conocimientos,
con especial vocación hacia el ámbito de todas nuestras patrias, inició un
recorrido por distintos países. Pero no tenía otra cosa que el título.
“A veces
caminando, a veces en motocicleta, iba de país en país. Incluso cuando
estuvimos en Chuquicamata nos señalaron el punto donde en una ocasión, en
aquella primera salida de su país, había parado un día. Él no tenía dinero. No
era un turista. Visitaba los centros de trabajo, visitaba los hospitales,
visitaba los lugares históricos. Cruzó la cordillera, tomó un barco o una
balsa, llegó hasta un hospital de leprosos en el Amazonas, y allí trabajó un
tiempo como médico”.
“Él padecía,
desde niño, de asma (…) tenía la obsesión de subir el Popocatépetl, entonces
casi todos los domingos iniciaba una escalada del Popo, como le decía. Se había
conseguido algunos equipos de alpinista, abrigos, botas, etcétera. Y por lo
menos dos veces al mes – me imagino – intentaba llegar”.
El Che junto
a Fidel y otros compañeros en la Sierra Maestra. Foto: Archivo.
Memorias
de Fidel sobre el Che
Pero las
condiciones excepcionales, como ser humano y guerrillero, de aquel joven
argentino con sueños de patria y justicia social, Fidel las conocería, -esta vez
de cerca, no solo de oídas-, durante la travesía del Granma y las luchas que
sucederían en la Sierra, el llano y luego del triunfo revolucionario.
“Recuerdo
que aquella travesía (la del Granma) fue muy dura para él puesto que, dadas las
circunstancias en que fue necesario organizar la partida, no pudo siquiera
proveerse de las medicinas que necesitaba y toda la travesía la pasó bajo un
fuerte ataque de asma, sin un solo alivio, pero también sin una sola queja”.
A esta
condición de salud que con frecuencia le jugaba una mala pasada al Che, está
ligada una de las anécdotas más ocurrentes de nuestro Comandante, que muestra
el afecto que sentía por su camarada suramericano.
“Me presento
a los dos campesinos, y haciendo acopio de serenidad y sangre fría, me hago
pasar por coronel batistiano (…) Hablé horas allí con esos dos hombres. No voy
a mencionar el apellido de uno que era batistiano de verdad, y decía: -Oiga,
saludos para mi general, dígale esto y lo otro. ¡Cómo me agasajó¡ El otro me hablaba
más sosegado.
Me doy cuenta
de que aquel era el hombre que necesitaba (…) le dije: -Isaac, yo no soy
coronel, soy Fidel Castro. Sus ojos se abrieron expresando una alegría colosal.
Expliqué: -Tenemos una situación muy difícil, un compañero en esta situación,
hay que ir a Manzanillo a buscar el medicamento y hay que buscar un lugar donde
guarecerlo y que no lo descubran (…) Y fue. En un sitio bien guarecido dejamos
al Che con su fusil”.
Llegamos,
emprendimos las primeras marchas, sufrimos el primer revés (Alegría de Pío), y
al cabo de algunas semanas nos volvimos a reunir (...) Che continuaba siendo
médico de nuestra tropa. Sobrevino el primer combate victorioso (La Plata) y
Che fue soldado ya de nuestra tropa y, a la vez, era todavía el médico;
sobrevino el segundo combate victorioso y el Che ya no solo fue soldado, sino
que fue el más distinguido de los soldados en ese combate (Uvero).
La situación
era difícil. Las informaciones eran en muchos sentidos erróneas (…) en medio de
aquella situación de confusión en que fue necesario pedirles a los hombres un
esfuerzo supremo (…) quedaba uno de los flancos sin una fuerza atacante que
podía poner en peligro la operación. Y en aquel instante Che, que todavía era
médico, pidió tres o cuatro hombres, y en cuestión de segundos emprendió
rápidamente la marcha para asumir la misión de ataque desde aquella dirección.
Y en aquella
ocasión no solo fue combatiente distinguido, sino que además fue también médico
distinguido, prestando asistencia a los compañeros heridos, asistiendo a la vez
a los soldados enemigos heridos. Y cuando fue necesario abandonar aquella
posición, una vez ocupadas todas las armas y emprender una larga marcha,
acosado por distintas fuerzas enemigas, fue necesario que alguien permaneciese
junto a los heridos, y junto a los heridos permaneció el Che”.
“Así había
hecho también en una ocasión no mencionada cuando en los primeros tiempos,
merced a una traición (hace referencia al campesino Eutimio Guerra), nuestra
pequeña tropa fue sorpresivamente atacada por numerosos aviones y cuando nos
retirábamos, nos recordamos de algunos fusiles (…)
Recordamos
como nada más planteado el problema, y bajo el bombardeo, el Che se ofreció, y
ofreciéndose salió rápidamente a recuperar aquellos fusiles (…) Esa era una de
las características esenciales: la disposición inmediata, instantánea, a
ofrecerse para realizar la misión más peligrosa. Y aquello, naturalmente,
suscitaba la admiración, la doble admiración hacia aquel compañero que luchaba
junto a nosotros, que no había nacido en esta tierra…
Fue así como
se ganó los grados de Comandante y de Jefe de la segunda columna que se
organizara en la Sierra Maestra; fue así como comenzó a crecer su prestigio,
como comenzó a adquirir su fama de magnífico combatiente que hubo de llevar a
los grados más altos en el transcurso de la guerra”.
“¡Che era un
maestro de la guerra, Che era un artista de la lucha guerrillera! Y lo demostró
infinidad de veces, pero lo demostró sobre todo en dos extraordinarias proezas,
como fue una de ellas la invasión al frente de una columna, perseguida esa
columna por miles de soldados, por territorio absolutamente llano y
desconocido, realizando —junto con Camilo— una formidable hazaña militar.
Pero,
además, lo demostró en su fulminante campaña en Las Villas; y lo demostró,
sobre todo, en su audaz ataque a la ciudad de Santa Clara, penetrando con una
columna de apenas 300 hombres en una ciudad defendida por tanques, artillería y
varios miles de soldados de infantería.
Muchas
fueron las veces en que fue necesario actuar para impedir que en acciones de
menor trascendencia perdiera la vida (…) Es eso en lo que resulta difícil
coincidir con él, puesto que nosotros entendemos que su vida, su experiencia,
su capacidad de jefe aguerrido, su prestigio y todo lo que él significaba en
vida, era mucho más, incomparablemente más, que la evaluación que tal vez él
hizo de sí mismo.
Puede haber
influido profundamente en su conducta la idea de que los hombres tienen un
valor relativo en la historia, la idea de que las causas no son derrotadas
cuando los hombres caen... Y eso es cierto, eso no se puede poner en duda…. Sin
embargo, habríamos deseado de todo corazón verlo forjador de las victorias (más
que precursor de esas victorias)”.
“Trabajador
infatigable, en los años que estuvo al servicio de nuestra patria no conoció un
solo día de descanso. Fueron muchas las responsabilidades que se le asignaron:
como Presidente del Banco Nacional, como Director de la Junta de Planificación,
como Ministro de Industrias, como Comandante de regiones militares, como Jefe
de delegaciones de tipo político, o de tipo económico, o de tipo fraternal.
(…) Y si
mirábamos para las ventanas de sus oficinas, permanecían las luces encendidas
hasta altas horas de la noche, estudiando. Porque era un estudioso de todos los
problemas, era un lector infatigable. Su sed de abarcar conocimientos humanos
era prácticamente insaciable. Los días reglamentarios de descanso los dedicaba
al trabajo voluntario
Che todos
los domingos marchaba a algún centro de trabajo. A veces iba a los muelles a
cargar sacos con los estibadores. A veces marchaba a las minas, a trabajar como
minero. A veces iba a los cañaverales a cortar caña; otras se reunía con los
obreros de la construcción. No reservaba jamás un domingo para sí.
Más todo
esto y sus hazañas anteriores, hay que verlos dentro del marco de la situación
de su propia salud, puesto que padecía de ciertos problemas alérgicos que le
producían estados asmáticos agudos. Y aun en esas condiciones libra toda la
campaña. En esas condiciones trabaja día y noche. En esas condiciones escribe.
En esas condiciones recorre el país, recorre el mundo”.
Muchas
anécdotas contó el líder de la Revolución Cubana sobre su compañero y amigo
Ernesto (Che) Guevara de la Serna, porque como hiciera saber Fidel al
periodista italiano, Gianni Miná, a pesar que no eran efusivos en sus
relaciones interpersonales, sí los unía un afecto entrañable.
Luego que el
Guerrillero Heroico decidió marchar hacia otras tierras del mundo y apoyar los
procesos de liberación, lo apoyó en todo cuanto fue posible. En especial cuando
consideró que era sabio que retornara de Europa del Este a Cuba.
Che no
quería regresar porque le daba mucha pena después de haber sido publicada su
carta de despedida. Entonces, como buen amigo, a quien importa la integridad
física y mental del ser querido por encima de todo, le pide persuasivamente
(mediante carta) que regrese, que es lo más conveniente para todos los fines
prácticos de lo que él quería hacer.
Fidel era su
amigo. Él lo sentía así. Y regresó, clandestinamente, pero regresó. Las
montañas del valle de San Andrés, en la provincia de Pinar del Río serían el
escenario de preparación para la contienda en Bolivia. Allí lo visitaría el
Comandante en reiteradas ocasiones, llevando consigo muchas veces, a la esposa del
Che e hijos.
Marchó
Guevara para la nación andina. A través del Partido Comunista Boliviano, el
líder de la Revolución Cubana gestionó atención para su amigo y demás
compañeros de la guerrilla. Pero toda la red, tanto oficial como clandestina,
se desintegró por varios motivos, y resultó imposible facilitar más ayuda en
los últimos momentos.
Octubre de
1967. Fotos y cables de agencias noticiosas anuncian la muerte de su camarada.
Fidel se niega a aceptar que aquel era el Che. Ojalá sea una mentira más de la
CIA y sus aliados, piensa. Pero no, lo conoce muy bien, tras días de análisis
de la información que llega a Cuba, el 15 de octubre de 1967, informa al pueblo
cubano: “La noticia relativa a la muerte del comandante Ernesto Guevara es dolorosamente
cierta, amargamente cierta”.
La noche
que Fidel pidió “Sean como el Che”
Dicen que
aquella noche del 18 de octubre de 1867, en la Plaza de la Revolución Cubana
imperaba el dolor y el silencio, mientras el Comandante en Jefe rendía honor a
su compañero y amigo, Ernesto Che Guevara.
Las
palabras nacían del corazón.
“Uno de los
más familiares, uno de los más admirados, uno de los más queridos y, sin duda
alguna, el más extraordinario de nuestros compañeros de revolución”.
“Diría que
es de esos tipos de hombres difíciles de igualar y prácticamente imposibles de
superar”.
“La muerte
del Che es un golpe tremendo para el movimiento revolucionario, en cuanto le
priva, sin duda de ninguna clase, de su jefe más experimentado y capaz”.
“Porque Che
reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen
juntas… reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción.
“Che reunía
como revolucionario las virtudes que pueden definirse como la más cabal
expresión de las virtudes de un revolucionario: hombre íntegro a carta cabal,
hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y
espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le puede encontrar
una sola mancha”.
“Constituyó,
por sus virtudes, lo que puede llamarse un verdadero modelo de revolucionario
(…) ¡un verdadero ejemplo de virtudes revolucionarias!
“Pero,
además, añadía otra cualidad, una cualidad del corazón, ¡porque era un hombre
extraordinariamente humano, extraordinariamente sensible!”.
“Nos duele
pensar que tenía solo 39 años en el momento de su muerte”.
“Cierto es
que no volveremos a ver nuevos escritos, cierto es que no volveremos a escuchar
de nuevo su voz”.
“El ejemplo
del Che debe ser el modelo ideal para nuestro pueblo".
Si queremos
expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios,
nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna
índole: ¡que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los
hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡que sean como el Che! (…)
Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con
todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡queremos que sean como el Che!
Tal vez
porque no conoció personalmente a otros grandes hombres y a él sí, o porque
Guevara nunca defraudó su confianza. Pudieran ser muchos los motivos, mas lo
cierto es que fue en este hombre y no en otro, que Fidel encontró el modelo
ideal de revolucionario, de hombre nuevo, de soldado, de ser humano… Y pidió
que fuésemos como él, “el más extraordinario de nuestros compañeros de
Revolución”.
Fuente: Para
este texto fue consultado el libro El Che en Fidel Castro.
Texto: Yurina
Piñeiro Jiménez.
Multimedios
Ámbar.
Runrún.
Al pie
del Cañón
Juan
Balboa
https://ambarmultimedios.com.mx
https://correlavozvos.blogspot.com/
https://www.facebook.com/juan.b.cuesta
https://www.facebook.com/jubacu2000
https://twitter.com/jubacu2000
https://twitter.com/correlavozvos
https://www.linkedin.com/in/juan-balboa-cuesta
No hay comentarios:
Publicar un comentario