Juan Balboa
22 de mayo de 2008México, D. F,.- Un alto porcentaje de los 20 mil cubanos que llegaron a radicar a México —casados con mexicanos, por visitar a familiares, vinculados con el espectáculo y la cultura, estudiantes o comerciantes— en los años 90, iniciaron el éxodo a finales del gobierno de Vicente Fox y actualmente radican en Estados Unidos.
De acuerdo con varias fuentes de México y Cuba,
principalmente la subsecretaría de Asuntos Migratorios de la Secretaría de
Gobernación, y la Dirección de Asuntos Consulares de Cubanos Residentes en el
Exterior (DACCRE) del Ministerio de Relaciones Exteriores, los cubanos que se
asentaron en nuestro país deslumbrados por las facilidades que les ofrecía el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari se sumaron al flujo masivo migratorio
hacia el país del norte para beneficiarse con la llamada Ley de Ajuste Cubano,
aprobada por Estados Unidos desde los años 60 y que autoriza en automático a un
cubano radicar en ese país.
La habanera Nadiezhda Socarrás formó parte de los isleños
que llegaron a México a finales de los ochenta y principios de los 90. Vivió
legalmente 14 años en la ciudad de México con la esperanza de un “futuro
mejor”.
Nunca lo encontró y decidió, al igual que unos 18 mil de sus
compatriotas, marchar a la frontera norte de México para radicar en el país
vecino.
“Preocupada por el futuro de mi hijo de 11 años de edad”,
narra a EL UNIVERSAL, “y por el futuro incierto en México”, tomé la decisión de
cambiar de residencia: de la ciudad de México a Nueva York”.
Viajó de la central de autobuses del norte a Matamoros,
Tamaulipas. Así recuerda su larga odisea:
“La guagua (autobús) salía a las dos de la madrugada. Nos
fuimos mi esposo de origen mexicano, mi hijo y yo. Hicimos un viaje perfecto,
sólo de vez en cuando el Ejército mexicano detenía la guagua para revisarla.
Finalmente llegamos a nuestro destino y los nervios nos invadieron”, narra.
A las cuatro de la madrugada abordaron un taxi para llegar
al puente de Matamoros. Recuerda que un taxista los trasladó hasta la línea
fronteriza, donde el personal de Inmigración de Estados Unidos les exigió la
documentación.
“En ese momento se acercaron dos oficiales de Inmigración
estadounidense, un hombre y una mujer. Yo pedí acogerme a la Ley de Ajuste
Cubano por ser cubana por nacimiento, al igual que mi hijo por ser hijo de
cubana y menor de edad. Todo esto con identificación y acta de nacimiento en
mano. En cuanto les mostré la documentación no la soltaron más”.
Los llevaron, incluido su esposo mexicano, a la oficina de
Inmigración que está del lado de Brownsville. La misma pregunta.
—¿Qué hacen aquí? La misma respuesta. “Soy cubana y quiero
acogerme a la Ley de Ajuste Cubano”. Se sentó en una sala de espera en donde se
encontraban otros 20 cubanos en similar situación.
A su esposo mexicano lo revisaron de pies a cabeza. Le
hicieron varias preguntas. Le quitaron todas las copias de su documentación y
revisaron su mochila con objetos personales. Unos minutos después la orden fue
tajante para el esposo mexicano: “¡Regrésese a México, no puede pasar!”.
A las dos de la tarde una oficial le invitó a entrar a un
privado para una larga entrevista. “Nos tomaron fotos, huellas digitales y me
dijeron que esperara afuera. Dos horas más tarde me llamaron nuevamente a la
ventanilla para firmar documentos”. Finalmente a las cinco de la tarde le
entregaron el famoso Parole, una identificación oficial para los cubanos que
arriban ilegalmente a Estados Unidos y los convierte en legales residentes.
“Ya la hice”, expresó desarropándose de los nervios. Tomó un
taxi a los autobuses Greyhound. La guagua, recuerda, hizo paradas en varios
estados y ciudades. Tres veces cambiaron de unidad.
Luego de 52 horas de viaje llegaron a Port Authority Bus
Terminal en Manhattan, NY. Ahí estaban sus tías paternas que radican desde hace
más de 40 años en esa ciudad. “Empecé a vivir de verdad el sueño americano”,
recuerda.
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