Para despedirme
de un gran amigo como lo fue Eraclio Zepeda retomo el pequeño y hermoso texto
de la autoría de Octavio Paz refiriéndose al excelente escritor chiapaneco:
“La primera y única vez
que vi a Eraclio Zepeda me pareció una montaña. Si se reía, la casa temblaba;
si se quedaba quieto, veía nubes sobre su cabeza. Es la quietud, no la
inmovilidad. Un signo fuerte: la tierra áspera que esconde tesoros y dragones.
El lugar donde viven los muertos y los vivos guerrean”. (CVV).
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