En el marco de la 4ª. Feria Internacional del Libro
Chiapas-Centroamérica presenté el libro “Luz del Viento”, un libro trabajado durante
varios meses en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Dos fotógrafos y su servidor
nos dimos a la tarea de registrar la vida cotidiana de los istmeños con los
cientos de aerogeneradores que han sido instalados en los parques eólicos de la
región. A continuación comparto el texto de la presentación en el Centro de
Convenciones “Dr. Manuel Velasco Suárez” de la Universidad Autónoma de Chiapas.
Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas.
27
octubre 2015.
LUZ DEL
VIENTO
(Biaaní´ Stí Bí )
Texto: Juan Balboa.
Fotografías: Adolfo
Vladimir e Iván Stephens.
Pocas veces se tiene el placer de lograr un trabajo en donde
la imagen, acompañada por la escritura, logre descubrir la intimidad de una
zona tan rica en cultura e historia como es el Istmo de Tehuantepec, en el
estado de Oaxaca.
Un grupo de fotógrafos y periodistas coincidieron en la
importancia de descubrir -con fotografías y la crónica periodística- la vida
cotidiana, la cultura, sus tradiciones y, desde luego, los grandes contrastes
sociales de una región de México inundado de parques eólicos con más de mil aerogeneradores
que pululan en la mayoría de los municipios de la región.Durante varias semanas un equipo profesional recorrió lugares muy singulares en donde la vida de los istmeños –zapotecas, huaves, mixes y zoques- concentra una añeja tradición y modernidad con la presencia de los gigantes aerogeneradores.
Fueron largas las jornadas fotográficas en varios pueblos del Istmo de Tehuantepec: Juchitán de Zaragoza, Santo Domingo Tehuantepec, San Francisco del Mar, Ixtepec, Asunción Ixtaltepec, Unión Hidalgo, Santo Domingo Ingenio, La Ventosa, La Venta y Espinal, todos del estado de Oaxaca y, desde luego, Arriaga en el estado de Chiapas.
Así también fueron intensas las pláticas con mujeres y
hombres de todos los estratos sociales y sectores que abrieron sus puertas y su
corazón.
Bi´Niza / Viento del sur
Luz del viento (Biaaní´ Stí Bí ) es el producto final de ésas largas jornadas buscando lograr hacer realidad un sueño: plasmar con imágenes y texto la hermosa vida de los istmeños que habitan cerca del Golfo de Tehuantepec y el Golfo de México.
En el Istmo de Tehuantepec pareciera que las cordilleras vigilarán
un jardín de flores (Guie, en zapoteco) integrados por más de mil
aerogeneradores en un Edén de parques eólicos distribuidos en una docena de
pueblos.
Bi
Yoxho /
Viento Fuerte
En primer plano deslumbran la policromía de colores, una
hermosa variedad de dibujos y confecciones del Bidaaní´ (huipil) y el
bizuudi´(enagua) que con gran orgullo portan las mujeres istmeñas en las
calendas (desfiles), muchos de ellos religiosos en los meses de viento fuerte,
“poderoso”: octubre, noviembre, diciembre, enero y febrero.
De Tapanatepec hasta Tehuantepec, pasando por San Francisco y
San Dionisio del Mar, el viento crece, revive, se transforma y, junto a él, las
tardes de octubre y noviembre muestran un gran espectáculo en el cual la luna
llena y el arco iris de un sol que se niega a morir aparecen en el universo
del cielo istmeño.
Durante los días de octubre y noviembre las ciudades y
pueblos zapotecos, huaves, mixes y zoques –que conforman el Istmo de
Tehuantepec, Oaxaca– renacen con la llegada de un poderoso viento que alcanza
los 25 metros por segundo y cuya potencia excede los 1,200 watts por metro
cuadrado.
El Istmo de Tehuantepec es una región afortunada. Ahí el
viento tiene una temporada larga de norte a sur y una corta de sur a norte.
La mitad del año –octubre a febrero– la velocidad del viento
hace que sus habitantes lo festejen y celebren con calendas, religiosos –católicos
y cristianos, por igual– o no, y fiestas populares con imponentes enramadas
construidas de palma, así como capitanes y reinas.
Recorrer los pueblos istmeños es descubrir una región de
México con gran cultura, con una rica tradición llena de colores y sabores.
En la región del Istmo de Tehuantepec aflora una corriente
marina anormalmente cálida, la cual origina un gradiente térmico y de presión
que da lugar a un intenso viento del norte desde el otoño hasta la primavera.
Transportarse de la ciudad de Tapanatepec a Juchitán de
Zaragoza es descubrir otro mundo en donde el viento y los parques eólicos se
fusionan abrazados de imponentes crestas y cordilleras con elevaciones de
terreno de quinientos y mil metros.
En la carretera que comunica a Juchitán de Zaragoza uno
encuentra un variopinto de hechos y realidades, muchas de ellas particulares,
que no se da en otras partes del país.
Hay, por ejemplo, un tráiler vencido por el viento y
abandonado a las orillas de la carretera cerca del llamado ingenio de Santo
Domingo, hoy un importante parque eólico; en contraste, un campesino ara su
tierra sin inmutarse pero luchando contra el aire que, de vez en vez, lo
detiene cerca del pueblo de Unión Hidalgo; en el noroeste de Juchitán de
Zaragoza una niña juega un papalote.
A la entrada de La Venta, municipio de Juchitán, hay un campo
de futbol con un pasto verde y bien cortado. Lo divisamos desde la carretera.
En la cancha y fuera de ella todo era movimiento. Había una “cascarita de
futbol”, nos platica Gabino Carras, entre dos equipos que se organizaron en
cuestión de minutos.
Y se veía un desorden total. Todos tenían puestas camisetas
de colores diferentes, algunos no tenían
los zapatos adecuados y la desorganización en la cancha era evidente… Pero
ganas había, sin duda.
Fuera de la cancha de futbol una decena de jóvenes practicaba
atletismo y, ¡sorpresa!, lanzamiento de bala. Gabino llega, una o dos veces a
la semana, a lo que intenta ser un complejo deportivo rodeado de
aerogeneradores de 2 megas. Juega balompié y es un “buen atleta” de lanzamiento
de bala.
Entre los jóvenes que entrenaban había gran entusiasmo por competir,
querían saber sus avances. Gabino fue directo: “Vamos a competir. Les ganaré”,
expresó y comenzó una competencia salpicada de bromas y poco brazo para lanzar
la pesada bola.
Exactamente frente al campo deportivo se ubica el parque
eólico La Venta I, el primero en la región del istmo construida en 1994, y es administrado
por la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Al recorrer La Venta se comprueba que muchas de sus calles
están pavimentadas. En las mañanas es un pueblo con poco movimiento y sin
ruido. La presidencia municipal, el parque principal y la iglesia permanecen
cerrados. Pocas personas transitan.
Diuxi
/ Dios
El viento forma parte indisoluble de los habitantes del Istmo
de Tehuantepec.
Mirna Soledad
Guerra y Alma Rosa López lo
describen así: “Dios nos manda el viento para respirar. La forma que Dios me
contesta es abrazándome con el viento. El siempre me abraza con el viento”.
Alma Rosa López pertenece a una iglesia evangélica de gran
raigambre zapoteca. Cada noviembre participa en un acto exclusivo para
cristianos en el rancho La Soledad.
Ataviada con su llamativo huipil negro –conocido también como
enredo–con hermosas figuras de rosas azules, en la oreja derecha un tulipán rojo adorna su rostro redondo y
moreno.
Ella va sentada en un pequeño camión adornado con papel y
flores. Es uno de los 20 que forman la calenda con música, carros alegóricos y
coloridos y bellos trajes regionales de la mujer istmeña. Alma Rosa no se
pierde un solo año porque, dicen, fortalece su creencia religiosa. Veneran al
dios Viento.
“El viento para mí es algo hermoso. Es algo muy hermoso que
Dios nos dio, nos prestó para poder ver las cosas. Aquí en Juchitán es
caluroso, siempre hace calor. El viento es una bendición de Dios porque
refresca y se lleva las enfermedades”, así habla Alma Rosa, ataviada con
huipil, enredo y enagua.
El joven Rosalino Bartolo López, dueño y chofer de un mototaxi
es puntual: “Para nosotros el viento es como nuestra madre tierra a la vez.
Para nosotros el aire es sagrado. Porque nuestro antepasado siempre procuraron
de no echarlo a perder. Dicen que hicieron todos los estudios y salió que esta
parte, el istmo, es el segundo lugar con
el mayor aire del mundo después China”.
En La Venta, una municipalidad de Juchitán de Zaragoza, los
pobladores celebran en noviembre al “poderoso y fuerte” viento en la imagen del
Santo Niño de La Venta, conocido en otros estados mexicanos como el Santo Niño
de Atocha.
“Le llamamos Santo Niño de La Venta porque cuida al pueblo.
Nuestro santo es aire y vida”, comenta Margarita Solís, una de decenas de
mujeres y hombres voluntarios en la construcción de una gran enramada de palma
–20 metros por 20– que se erige en una de las casas de los capitanes.
La imponente enramada de una palma que nace en la zona a
pesar del viento es construida para que cientos de habitantes convivan con los
capitanes y la reina. Toda la estructura es erigida con minuciosidad durante
casi diez días para la gran celebración. La cerveza no debe faltar a los
hombres que realizan el jornal diario de construir la enramada.
Durante cinco días los pobladores celebran al Santo Niño de
la Venta con desfiles multicolores llamados aquí calenda: fuegos artificiales,
carros alegóricos, reina, capitanes, labrada de cera, baile y lavada de ollas.
A unos 15 kilómetros de La Venta se ubica otra zona que cada
año realiza una peregrinación o calenda. Se trata del poblado La Ventosa, un
corredor eólico que emprendió operaciones en 2008.
Camiones, automóviles y mototaxis son adornados con papel de
china, algunas figuras y cartulinas alabando a iglesias evangélicas. El nutrido
grupo camina desde el poblado de La Ventosa hasta el rancho La Soledad, unos 8
kilómetros; los dos forman parte del municipio de Juchitán de Zaragoza.
Gunaa /
Mujer
En el Istmo de Tehuantepec la mujer es la administradora de
la familia. Es quien recibe y administra el salario. El hombre entrega la mayor
parte de su salario, paga. Las mujeres tienen mayor independencia que en otras
regiones.
La independencia y el
poder de la mujer en el istmo son cultura, tradición y una forma de vida
en la región. Ella toma decisiones. En el istmo hay muchas madres solteras. Hay
muchos niños de padres separados. Trabajan haciendo atole, tortillas o comida
rápida y en algunos casos ponen una cantina.
Desde el siglo XVIII las istmeñas tienen un papel fundamental
en la vida familiar y son consideradas como las más bellas de la raza india,
descritas así: su tez se asemeja a la blancura de la europea que era elegante
en los contornos de su talle, poseedora de brillantes ojos y arqueadas cejas.
Muxe
/ Tercer sexo
Doce mujeres trabajan sin respirar en la casa de la familia
García ubicada en Juchitán de Zaragoza. Todas a todo vapor pelando los pollos
que darán consistencia a los tamales oaxaqueños que se prepara para Día de
Muertos.
Los hombres se prestan a emprender la construcción del altar
de flores y frutas conocido en lengua zapoteca como biguié. Todo es ajetreo en
la casa de la familia García.
Seis mujeres destazan los pollos, dos vigilan el mole, otras
traen la masa y las hojas de plátano. No tardan en alinearse todas en torno de
una gran mesa de madera. No habrán pasado cinco minutos cuando se escucha un
sonido agudo, casi como un concierto, provocado por las manos femeninas que
empiezan el cansado trabajo de hacer los deliciosos tamales istmeños.
Cuatro hombres batallan en un amplio cuarto instalando dos
grandes horcones al frente de lo que será el inmenso altar. Los más viejos traen
las frutas para amarrar una pequeña cuerda de donde colgarán naranjas,
plátanos, cañas, mandarinas...
No dejan de beber un mezcal casero con un buen sabor que marea
a más de uno en menos de tres horas.
Los tamales y el altar biguié es en honor de Francisco Luis.
“Ya se había escuchado por la bocina”, decía Cándida sin dejar de mover sus
manos como máquina haciendo tamales, los mismos que en la noche serían
entregados como expresión de agradecimiento y buena voluntad a los vecinos que
llegan y se marchan cada dos horas.
Francisco Luis fue una persona querida en su familia. Era muxe
(mushe). Los zapotecas consideran a los muxes parte de un tercer sexo, no mejor
o peor que hombres y mujeres.
A diferencia de los hijos heterosexuales que se casan y van a
formar otro núcleo familiar que necesita cuidados, el hijo muxe se queda en
casa o regresa cuando es necesitado.
Es común ver en las calles, en los mercados o en algún
convivio a un muxe. La sociedad juchiteca lo acepta como parte de la familia y,
según padres y madres, es trabajador y fiel con ellos.
La familia expresa su beneplácito y se dice bendecida por San
Vicente, santo patrón de Juchitán, por tener un hijo homosexual que cuidará a
la familia.
Los muxes son tradicionalistas y mantienen viva la cultura
juchiteca. La mayoría se viste con enagua, huipil, mascada y adornos en el
cuello.
En el Istmo de Tehuantepec existen diversos tipos de trajes
tradicionales: aquellos con detalles de oro sobre terciopelo rojo; huipiles con
grecas de costura y orillas de tejido, enagua de enredo de caracol; trajes de
listón sobre terciopelo; otros más económicos hechos a máquina y no a mano.
No causa sorpresa conocer a un muxe con el nombre de Donají
(princesa, en lengua zapoteca) o, en algunos casos, de famosas como Frida o
Thalía.
La Vela, sociedad semirreligiosa de las fiestas regionales
del istmo, está dedicada a ellos, a los muxes. Son el orgullo de Juchitán.
Los muxes son comerciantes en el mercado del centro de la
ciudad que se extiende hasta las calles ubicadas frente al palacio municipal.
Diidxa´ / Palabra
En el Istmo de Tehuantepec, considerado por muchos escritores
e investigadores como la cadera de la nación mexicana –es la porción más
angosta del país, en la que el Golfo de Tehuantepec y el Golfo de México están
separados por sólo 215 kilómetros.
Pero no todo es armonía en los corredores de los parques
eólicos del Istmo de Tehuantepec.
La instalación de éstos sin una consulta previa, la falta de
información y la imposición merodean su construcción desde que fueron instalados
los primeros aerogeneradores hace poco más de 20 años.
La ausencia de las autoridades competentes en cada uno de los
proyectos generó inconformidad entre la población del Istmo de Tehuantepec, al
grado de que grupos opositores a su instalación han mantenido una férrea
oposición.
Los tres pisos de gobierno –municipal, estatal y federal–
decidieron retomar el Convenio 169 para practicar consultas cada vez que una
empresa -nacional o extranjera- proponga la construcción de un nuevo parque
eólico en el Istmo.
El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) es el máximo instrumento de protección de los derechos de los pueblos
indios y tribales. Ha definido en el artículo sexto la obligación de los
estados de garantizar el derecho de los pueblos indios a ser consultados
mediante procedimientos apropiados y sus instituciones representativas.
Actualmente, para todo proyecto eólico que se realice en el
Istmo de Tehuantepec se requiere pasar por una consulta abierta, lo cual
asegura los derechos de los pueblos de la región y da certeza jurídica a las
empresas. (JBC).