Washington, 12 junio de 2013 (correlavozvos.blogspot.com).-Estados Unidos sancionó hoy a 18 personas
vinculadas al narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero, incluidos varios
familiares y asalariados del histórico capo, así como a 15 empresas, anunció el
Departamento del Tesoro.
Las sanciones implican la congelación de bienes y activos de las
personas designadas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por
sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro. Además, se prohíbe a
ciudadanos estadounidenses realizar cualquier tipo de transacción comercial o
negocio con estas personas y entidades señaladas.
Entre los sancionados hoy figuran cuatro de los hijos de Caro Quintero
-Héctor Rafael Caro Elenes, Roxana Elizabeth Caro Elenes, Henoch Emilio Caro
Elenes y Mario Yibrán Caro Elenes-, así como su esposa, María Elizabeth Elenes
Lerma, de acuerdo con la información oficial.
También fueron señalados una de sus nueras, Denisse Buenostro Villa, y
el que fuera el secretario personal del capo, Humberto Vargas Correa.
Varias de las empresas sancionadas también hoy están en manos de estos
individuos, señaló el Departamento del Tesoro.
Además de los familiares y asociados de Caro Quintero, la OFAC designó a
varios miembros de la familia Sánchez Garza, de Guadalajara, a la que Estados
Unidos acusa de lavar dinero por encargo de Caro Quinetero y de otro histórico
capo, Juan José Esparragoza Moreno alias “El Azul”.
Ambos crearon en los años 70 el cártel de Guadalajara que les permitió
“amasar una fortuna ilícita”. Caro Quintero cumple actualmente una condena a 40
años de cárcel por narcotráfico y por el asesinato en 1985 del agente especial
de la DEA Enrique Camarena.
Pero quién es Rafael
Caro Quintero. El extraordinario reportero Manuel Altamira realizó una
investigación que publicó en el periódico La Jornada en 1985.
Así retrata Altamira
al narcotraficante Rafael Caro Quintero y su familia.
Familiar, la relación de Caro con
la droga
Hasta su captura y posterior muerte en la penitenciaria de Culiacán,
Manuela Caro, tía de Rafael Caro Quintero, enérgica y decidida, ejerció durante
más de 20 años el control de la siembra y tráfico de enervantes en la sierra de
Sinaloa.
Tíos y primos de Rafael Caro
Quintero coincidieron en señalar, en entrevistas por separado, realizadas en la
capital sinaloense y en Santiago de los Caballeros, a Manuela Caro como la
columna vertebral del clan.
La mujer, a la que describieron
como dueña de un carácter férreo, implacable, se inició en el cultivo de
amapola en la década de los 50
a instancias de un grupo de chinos que pobló la sierra
de esta entidad.
Manuela Caro, según los
entrevistados, distribuyó semilla de amapola entre los campesinos, acaparó la
producción de goma y creó la infraestructura del narcotráfico cuando su sobrino
Rafael, hoy preso por delitos contra la salud, daba sus primeros pasos.
La tía de Rafael Caro Quintero
fue la lideresa indiscutida en ese ramo hasta que la presencia de los militares
que iniciaron la Operación Cóndor, a finales del régimen de Luis Echeverría,
eclipsó su estrella.
En un gran despliegue de
fuerza, ella fue detenida en 1977 e internada en la penitenciaria de Culiacán,
donde murió un año después de un infarto.
Una prima de Rafael precisó que
la muerte de la tía Manuela provocó la desbandada de los Caro y propició el
surgimiento de Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, como el nuevo zar del
narcotráfico, en 1978.
Y Rafael Caro Quintero, bajo la
orientación de Don Neto, empezó su carrera ascendente.
--Los Caro somos muy valientes
cuando contamos con apoyo, pero solos nos atemorizamos –dijo la muchacha.
Rafael Caro Quintero nació en
La Noria, Sinaloa, un rancho ubicado a siete kilómetros de Santiago de los
Caballeros, y cursó sólo el primer año de primaria.
Cuando contaba con ocho años de
edad, don Emilio Caro Payán, padre de Rafael, murió asesinado a balazos en
Bamopa, una ranchería cercana a La Noria. Ese hecho provocó la deserción
escolar de él y de sus hermanos, quienes empezaron a trabajar en la cría de
ganado y en la siembra de forraje, bajo el cuidado de su madre Herlinda
Quintero.
--¿Cómo ocurrió el crimen de
don Emilio Caro Payán?
La versión de los entrevistados
es similar.
En La Noria vivía una sobrina
de don Emilio llegada de Sonora, quien una tarde se fugó con su novio a Bamopa.
Don Emilio, a quien describen
como un hombre violento, irascible, montó en cólera cuando se enteró de lo que
él llamo “el rapto de su sobrina” y se armó de una pistola dispuesto a “lavar
la afrenta familiar”.
--Lo voy a matar –dijo al
abandonar La Noria a caballo, recuerda uno de los entrevistados.
Solo y con la pistola al cinto,
don Emilio llegó a Bamopa y empezó a golpear la puerta de la casa del muchacho,
a quien le gritaba que saliera.
El joven, atemorizado, disparó
una ráfaga a través de la puerta y don Emilio quedó muerto en el mismo lugar.
Este hecho alteró la vida
familiar de los Caro.
El padre de Rafael Caro
Quintero, según los testimonios recogidos por este diario, trabajó en la pizca
de la uva en California, durante el régimen de Adolfo Ruiz Cortines.
Invirtió los dólares en la
compra de ganado. Dicen que era un hombre esforzado, trabajador, honrado. No
hay un solo indicio que permita sospechar que también él, como su prima
Manuela, estuviera ligado al narcotráfico.
Una anciana que radica en
Badiraguato, esposa de Miguel Uriarte, dijo que Rafael Caro Quintero alimentó
el deseo de venganza por la muerte de su padre, pero al parecer nunca la
consumó.
Raúl Caro, tío de Rafael,
cuenta que éste se dedicó a trabajar desde muy chamaco.
--Era feliz entre el ganado y
sembrando forraje –afirmó.
Fue una de las primas quien
refirió que, en el cultivo de droga, se inició a raíz de la muerte de su tía
Manuela y con la orientación de Don Neto.
Ascendió rápidamente, al grado
de que aquí se tiene la convicción de que ya había superado a su padrino.
A Ernesto Fonseca, a pesar de
ser originario de esta localidad, pocos lo recuerdan. Salió hace 20 años y nunca
más regresó.
--Es un sanguinario --comenta
Raúl Caro, ebrio desde hace 10 días.
Rafael Caro Quintero es popular
en la sierra. El personalmente gestionó ante la Comisión Federal de
Electricidad la introducción de energía eléctrica en esa zona, que representó
una inversión de cien millones de pesos.
Además, mandó construir una
escuela en La Noria, una clínica en Badiraguato y dos iglesias, una en Santiago
de los Caballeros y otra en Babunica.
Inclusive, hombres, mujeres y
niños en camiones y camionetas, de raid, realizaron una peregrinación a
Culiacán para pedirle a Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes, la
libertad de Rafael.
Jesús Malverde era un asaltante
que operó en Sinaloa en los años 30. Parte del producto de sus fechorías lo
entregaba a los pobres, lo que le ganó una gran popularidad.
Detenido y ahorcado por
policías en aquella época, empezó a tener fama de “milagroso” entre los
habitantes de la sierra.
--Yo hasta le ofreció una
canción si nos hace el milagro de que salga Rafael –dice la esposa de Raúl
Caro, quien despacha en la tienda principal de Santiago de los Caballeros.
“Es que era muy alegre Jesús
Malverde”, señala la anciana, quien tiene una lógica muy especial sobre la
siembra del cultivo de enervantes.
“¿Para qué se asusta el
gobierno porque se siembra amapola, si el también gana?” (Publicado el 24 de
abril de 1985, con la colaboración de Arturo Reyes Razo).
5 mil millones de
pesos, la fortuna de Caro Quintero
Cuando apenas rondaba los 20 años de edad, Rafael Caro Quintero se
perfiló como uno de los jefes indiscutibles del narcotráfico en México. En
cerca de 15 años de actividades al margen de la ley ha amasado una fortuna
estimada en 5 mil millones de pesos.
Caro Quintero y varios de sus
familiares y allegados sentaron sus reales en Sinaloa en la década de los 70,
sin ser nunca molestados.
Se le considera el tercer
cabecilla del tráfico de drogas en el país, abajo sólo de los sinaloenses
Miguel Félix Gallardo y Ernesto Neto Fonseca, ambos prófugos.
Nunca antes había estado preso,
ni cuando el Ejército y la Policía Judicial Federal (PJF) desarrollaron la
denominada Operación Cóndor, que abarcó principalmente los estados de Sinaloa y
Chihuahua.
Durante esa operación, que
alcanzó su punto de mayor actividad en las postrimerías del régimen de José
López Portillo, las bandas de Miguel Félix Gallardo y de Caro Quintero se
instalaron en Guadalajara, señalada por el ex director de la Agencia Antidrogas
estadunidense (DEA, por sus siglas en inglés), Francis Mullen, como “el centro
del narcotráfico de México”.
La presencia de
narcotraficantes en la otrora Perla de Occidente desencadenó una ola de
violencia inusitada que dejó decenas de muertos, heridos, ejecutados, ante la
impotencia policial.
Los grupos de Fonseca, Gallardo
y Caro Quintero, y seguramente otros no detectados por la policía mexicana,
intentaron realizar el tráfico más cuantioso de mariguana en el mundo.
El plan consistía en acumular
en Chihuahua miles de toneladas de yerba, sembradas ahí mismo y provenientes de
otras entidades, para transportarla a Estados Unidos, aprovechando la rotación
del personal de la Procuraduría General de la República (PGR).
Según información obtenida de
primera mano, uno de los trabajadores confinados en los campos de mariaguana,
huyó y dio la pista a agentes de la DEA y éstos a la PJF, que confiscaron, en
noviembre del año pasado, la mayor cantidad de mariguana acumulada
mundialmente: 8 mil toneladas.
Días después, agentes
policiales decomisaron 300 kilos de cocaína provenientes de Bolivia, durante
una persecución que abarcó cinco estados de la República.
Caro Quintero vivía tranquilo
en Guadalajara, en el fraccionamiento Colinas de San Javier, hasta que, de
acuerdo con informes de la PJF, decidió secuestrar y asesinar al agente del DEA
Enrique Camarena Salazar y al piloto mexicano Alfredo Zavala Avelar.
Camarena, según un prominente
funcionario de la PGR, también era confidente de la mafia del narcotráfico, lo
que le costó la vida. Había entorpecido supuestamente una entrega de droga en
su papel de agente doble.
El hombre de la DEA subió
voluntariamente a un auto ocupado por varios individuos, el 7 de febrero de
este año, cuando salía del consulado de Estados Unidos en Guadalajara.
El secuestro provocó airada
reacción del embajador John Gavin y de Mullen, quienes dijeron que la
corrupción que impera en los medios policiales mexicanos es un obstáculo para
atrapar a los principales cabecillas de la mafia.
Después, con el pretexto de
intensificar la búsqueda de droga y de traficantes, Estados Unidos implantó una
vigilancia severísima en todos los puntos fronterizos con México.
Estados Unidos intensificó sus
acusaciones contra la policía mexicana. Primero dijo que agentes de la PJF
dejaron ir a Caro Quintero y a varios de sus cómplices del aeropuerto de
Guadalajara, dos días después del secuestro de Camarena y de Zavala.
También, el propio Francis
Mullen, en declaraciones a la televisión estadunidense, acusó al director de la
PJF, Manuel Herrera Ibarra, de haber protegido la huida de Juan Mata
Ballesteros, hondureño ligado al narcotráfico internacional.
El 2 de marzo, basado en un
anónimo en inglés, el comandante de la PJF Armando Pavón Reyes, acompañado de
cien agentes, irrumpió en el rancho El Mareño, por la carretera Zamora-La
Barca, donde presuntamente estaban Camarena y Zavala.
En la acción perecieron cinco
miembros de una familia y un agente federal, lo que obligó a una “respetuosa,
pero enérgica protesta” por parte del gobernador de Michoacán, Cuaúhtemoc
Cárdenas.
Veinte días después, el titular
de la PGR, Sergio García Ramírez, ordenó el cese de Pavón, de un comandante, de
un jefe de grupo y de una veintena de agentes.
El mismo día de la incursión en
El Mareño, Miguel Angel Granados Chapa publicó en La Jornada, el siguiente
relato:
“El sábado 2 de marzo se
realizó una singular boda en la ciudad de Culiacán, Sinaloa.
“Salvo algunos detalles, ésta
no hubiera pasado de ser una ceremonia más fastuosa, de la nueva clase.
“Después de la ceremonia
religiosa, los invitados se dirigieron al banquete de rigor en el Country Club,
adornado esa noche con singular esmero y atiborrado con arreglos que costaron
la módica suma de 5 millones de pesos.
“No era para menos. Se casaba
una de las hijas de don Pedro Avilés. La lista de invitados era, en verdad,
extensa. Y en ella figuraban apellidos de la talla de los Fonseca, Caro,
Toledo, Quintero, etcétera.”
El subdirector de La Jornada
añadía en su columna Plaza Pública que la fiesta iba bien hasta que una
muchacha rubia y de bella estampa atravesó la pista de baile y sobre sus pasos
se posaron las miradas de un grupo de personas que compartía una mesa.
“Después de varias bromas y
apuestas de que ´conmigo sí jala´, uno de los integrantes del grupo sacó a
bailar a la joven y esbelta señorita. Esta se negó, amablemente en un
principio. Pero el solicitante la tomó por el brazo y por la fuerza la
introdujo a la pista. La dama iba acompañada de su novio, quien obviamente
salió en defensa de su pareja.
“Más tardó en encarar al
intruso que uno de los amigos de este último en acercarse al lugar, desenfundar
la pistola y matarlo de un balazo. Entró en escena un familiar del asesinado y
también recibió la dosis de plomo que lo mandó en el acto fuera de este mundo.”
El hombre alto, fornido, que
usted seguramente habrá visto en avisos que dicen se busca, desde principios de
marzo, tomó el último sorbo de champaña y salió acompañado de sus secuaces. Era
Rafael Caro Quintero.
Tres días después del asalto a
El Mareño y de la denuncia periodística en La Jornada, un campesino encontró
los cadáveres de Camarena y de Avelar sepultados a flor de tierra en Michoacán.
Posteriormente, investigaciones
realizadas por el propio Armando Pavón permitieron la captura de siete
elementos de la Policía Judicial de Jalisco y de cuatro civiles, presuntos
raptores y homicidas del agente de la DEA y del piloto mexicano; uno de ellos,
el comandante Gabriel González, murió durante los interrogatorios en la Interpol.
Finalmente, también se detuvo,
apenas el miércoles –al menos oficialmente-- a los empresarios jaliscienses,
Javier y Eduardo Cordero, acusados de lavar el dinero que obtenía Caro Quintero
del narcotráfico. (Publicado el 5 de abril de 1985).
Fue traído Caro Quintero
Más de 100 hombres armados con pistolas y metralletas Uzi cerraron el
cerco policial, organizado 24 horas antes, cuando el pequeño Lear Jeat de 10
plazas, que transportaba a Rafael Caro Quintero, y a cuatro de sus cómplices,
se desplazó vertiginoso hacia el hangar de la Procuraduría General
de la República
(PGR), anoche a las 19:15 horas.
Antes, a las 16 horas, cuando
se confirmó que las autoridades de Costa Rica habían decidido deportar a uno de
los principales narcotraficantes mexicanos, dos camionetas de Panamericana de
Seguridad, la 1503 y la 2017, fueron estacionadas estratégicamente.
La PGR ordenó un despliegue
policial desde la noche del jueves, mientras la cancillería mexicana gestionaba
la deportación de Caro Quintero, quien arribó a la capital mexicana junto con
Rodolfo Lepe Montes, de 33 años; José Albino Bazán Padilla, de 25, y Miguel
Alfonso Juárez Medina, de 27 años.
Después, a las 22 horas, arribó
procedente de San José otro avión de la PGR, matrícula XEPIJ, en el que
viajaban Sara Cosío Martínez, de 17 años de edad; Violeta Estrada Yavera de
Campero, de 18; Juan Carlos Campero Villanueva, de 23; José Luis Beltrán
Alvarez, de 35, y José Contreras Subías.
Ellos, con excepción de Sara
Cosío, son interrogados por un grupo especial de agentes del Ministerio
Público, coordinados por el director de Averiguaciones Previas de la PGR, César
Augusto Osorio Nieto.
Sara Cosío, dijo que ella logró
salir de la finca California, que adquirió Caro Quintero en más de un millón de
dólares, se comunicó con su madre, Cristina Martínez de Cosío, a Guadalajara, y
le dijo que estaba en Costa Rica. Esa, al parecer, fue la clave que permitió la
captura de los narcotraficantes.
Caro Quintero, señalado tanto
por la Agencia Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA,por sus siglas en inglés)
como por la PGR como autor intelectual y material del asesinato del agente
estadunidense Enrique Camarena y del piloto Alfredo Zavala, fue aprehendido en
la ciudad costarricense de Puntarenas la mañana del jueves.
El narcotraficante sinaloense,
quien ha amasado una fortuna multimillonaria y posee acciones en unas 300
empresas, arribó a San José el 17 de marzo. Un auto lujoso, con tres individuos
a bordo, lo esperaba y lo condujo a un sitio no revelado.
A las 14 horas de ayer, el
titular de la PGR, Sergio García Ramírez, dijo en entrevista telefónica que,
según información que recibió 30 minutos antes, aún no se confirmaba la
deportación de Caro Quintero.
Señaló que confiaba que en el
transcurso de ayer o del sábado tendría ya información fehaciente. Entre tanto
autoridades mexicanas, por medio de la embajada en San José, realizaban los
trámites pertinentes para lograr la deportación de los cinco detenidos.
“Pueden irse a descansar
confiados; de aquí al domingo no llegará Caro Quintero”, dijo un vocero de la
PGR.
Sin embargo, a las 16 horas de
hoy se transmitieron los primeros informes sobre la deportación. Primero, la
Afp señaló:
“El gobierno de Costa Rica
expulsó hoy por vía aérea al mexicano Rafael Caro Quintero y a sus cuatro
guardaespaldas, trascendió en medios de prensa…”
Minutos después, la agencia Ap
confirmó la deportación del presunto narcotraficante, a quien se le atribuyen
también cuando menos 17 homicidios y responsabilidad en los plantíos de
mariguana y amapola descubiertos en Chihuahua, Sinaloa y Zacatecas, en los
pasados cuatro meses.
Caro Quintero, de acuerdo con
versiones periodísticas procedentes de Costa Rica, fue interrogado por agentes
de la DEA, de la Policía Judicial Federal de México, representada por el
comandante de la Interpol, Florentino Ventura Gutiérrez, y de la policía de San
José.
Según se informó, el
narcotraficante sinaloense fue sometido a intensos interrogatorios, pero se mostró
reticente a descubrir sus actividades delictivas e inclusive su identidad.
El gobierno de Costa Rica,
según el subdirector de Investigación Judicial, Rodrigo Castro, decidió
deportarlo luego de que el Ministerio Público determinó que Caro Quintero y sus
cómplices no incurrieron en ningún delito en suelo costarricense.
A las 17 horas la vigilancia en
el hangar de la PGR se reforzó. Los reporteros poblaron pronto el lugar. Cuando
menos 20 elementos policiales custodiaban que nadie se acercara.
Ordenaron a los reporteros, que
se mantuvieran alejados de la caseta, pero tuvieron que hacer ostentación de
las armas cuando la avalancha de camarógrafos, fotógrafos y reporteros, tanto
mexicanos como extranjeros, buscaban un lugar idóneo para realizar sus funciones.
A las 19:15 horas apareció por
la pista de acceso el pequeño jet. Las luces, los flashazos y los gritos se
sumaron a la inquietud, al temor y a los movimientos frenéticos en el hangar.
“A un lado de pista… A un lado
de la pista”, gritaban los agentes que se abrían en semicírculo en torno de la
aeronave.
El avión se estacionó a la
derecha de las dos camionetas de seguridad. Sólo se observaban las piernas de
cuando menos 10 gentes que descendían del aparato.
Las luces, las cámaras y las
miradas enfocaban hacia ese lugar. Caro Quintero se confundía entre las decenas
de agentes federales.
Pasaron 15 minutos, durante los
cuales se acomodaba a los detenidos en las dos camionetas de seguridad, que
avanzaron finalmente custodiadas por un convoy de tres autos Ford LTD, un
Volkswagen viejo y un Camaro destartalado, atestados de agentes que sacaban sus
armas largas por las ventanillas.
El convoy se desplazó
velozmente por la ciudad y 20 minutos después arribó a las oficinas de la
Interpol, en Soto 81. Las camionetas blindadas y los autos penetraron al
estrecho estacionamiento. En una acción relámpago se bajó a los detenidos y se
les incomunicó.
Las dos calles transversales a
la sede de la Interpol fueron cerradas. Se apostaron hombres armados y
vehículos oficiales. La orden era terminante: “que nadie pase”.
Tres agentes se arrimaron al
operativo de seguridad.
--Nos mandaron de la once (de
la PGR).
Desconfiado, un tipo de lentes
oscuros y chamarra verde, preguntó:
--¿Quiénes son ustedes?
--Somos los del Camaro; con las
prisas dimos un cabronazo y perdimos el convoy.
En la PGR se impidió el acceso
a los reporteros. El doctor García Ramírez no se encontraba.
Solo, en su oficina del séptimo
piso, oculto a interrogatorios y miradas, estaba “encerrado a piedra y lodo” el
director de la
Policía Judicial Federal, Manuel Ibarra Herrera. (Publicado
el 6 de abril de 1985, con la colaboración de Rogelio Gómez y Víctor Cardoso).
Sara
Cosío fue dejada en libertad
Esposados, vendados de los ojos, cubiertos con cobijas claras y tendidos
en el piso de una camioneta pánel con vidrios polarizados, Rafael Caro Quintero
y seis de sus presuntos cómplices fueron sacados violenta y sorpresivamente de la Interpol y llevados a una
cárcel de “mayor seguridad”.
En el convoy, organizado por
unos 15 agentes de la Policía Judicial Federal (PJF), figuraba el ex comandante
de esa dependencia, Armando Pavón Reyes, quien se presentó espontáneamente a
declarar sobre sus posibles nexos con Caro Quintero, señalado como uno de los
principales narcotraficantes del país y del extranjero.
Caro Quintero, José Albino
Bazán Padilla, Miguel Alfonso Suárez Medina, Rodolfo Lepe Montes, José
Contreras Subías, Juan Carlos Campero Villanueva, José Luis Beltrán Alvarez y
Violeta Estrada Yavera no había sido consignados hasta anoche al juez de
distrito en material penal en turno.
Sara Cosío Martínez,
presuntamente secuestrada por pistoleros de Caro Quintero el 7 de marzo en
Guadalajara, abandonó la Interpol acompañada por sus padres a las 16:15 horas,
después de ser sometida a un interrogatorio que se prolongó durante seis horas.
El director de la PJF, Manuel
Ibarra Herrera, dijo que los detenidos pretenden hacerse pasar por “blancas
palomas”.
Un grupo especial de agentes
del Ministerio Público Federal, el comandante de la Interpol, Florentino
Ventura, y varios de sus agentes interrogaron desde la madrugada de ayer a los
presuntos narcotraficantes.
Prestaron especial interés a
dos casos que alcanzaron gran notoriedad: el decomiso de 8 mil toneladas de
mariguana en Chihuahua, y el asesinato del miembro de la Agencia Antinarcóticos
de Estados Unidos (DEA, por siglas en inglés) Enrique Camarena Salazar, en
Guadalajara.
Versiones extraoficiales no
confirmadas por La Jornada indican que Caro Quintero aceptó ser uno de los
propietarios de la droga confiscada en Chihuahua en noviembre pasado, pero
rechazó toda responsabilidad en el caso Camarena-Zavala.
Agentes de la DEA, encabezados
por Edward Heat, entraban y salían con absoluta confianza de las oficinas de la
Interpol, localizadas en Soto 81. Heat, con movimiento brusco, rechazó el
interrogatorio del reportero.
Después de 13 horas de aparente
calma en las afueras de la Interpol, la presencia de los padres de Sara Cosío,
César Octavio Cosío Vidaurri y María Cristina Martínez de Vidaurri, provocó
expectación y un movimiento espectacular.
El hermano del presidente del
PRI en el Distrito Federal mantuvo absoluto hermetismo, pero su esposa aceptó
contestar algunas de las múltiples preguntas que le formulaban al mismo tiempo.
Confirmó que efectivamente su
hija se comunicó con ella a Guadalajara
para decirle que estaba en Costa Rica acompañada de sus captores. Y caminó
presurosa cuando se le preguntó si notificaron a la policía respecto del
paradero de Sara.
Afirmó que en su oportunidad
presentaron la querella contra Caro Quintero por el secuestro de su hija, y
“ahora corresponde actuar a las autoridades. Nosotros no pedimos nada en contra
de él”.
Otras muchas preguntas quedaron
sin respuesta. El matrimonio se internó en el edificio de la PGR entre un
aluvión de cámaras, curiosos, reporteros y transeúntes.
Estuvieron menos de tres
minutos en la Interpol. Abordaron un auto LTD verde modelo 76, resguardados por
dos fornidos agentes federales, quienes se abrían paso a codazos y golpes
disimulados.
--¿Qué les dijeron? ¿Vieron a
su hija? ¿A dónde van?
La señora Martínez de Cosío
respondió con calma:
--Nos llevan a otra parte –se
sostuvo los lentes oscuros que impedían conocer la expresión de sus ojos.
Se entrevistaron con el
subprocurador, Luis Octavio Porte Petit, quien les dijo que Sara quedaría libre
inmediatamente después de rendir su declaración.
Retornaron a las 12:40 horas.
Se repitió la escena anterior, pero la mujer no soportó la presión y rompió a
llorar. Levantó los brazos y miró el cielo claro.
Tampoco a esa hora lograron ver
a Sara. Seguía el interrogatorio. Florentino Ventura había dado orden de que no
saliera hasta que relatara pormemorizadamente qué vio y escuchó durante su
estadía con Caro Quintero.
Llegaron por última vez a la
Interpol a las 14 horas. La expectación creció nuevamente. Estaban bloqueadas
las dos puertas principales del edificio policial. Pero pasaron más de dos
horas de tensa calma.
A las 16:15 horas se abrió la
puerta lateral de la Interpol y apareció Sara Cosío. Iba abrazada por su padre.
El largo pelo ensortijado le cubría el rostro. Vestía pantalón y chamarra de
mezclilla y zapatos rosas. Ni una palabra brotó de sus labios.
Por su parte, el comandante
Florentino Ventura entró y salió repetidamente del edificio. A todas las
preguntas respondió invariablemente con un “estamos trabajando”. Se le preguntó
fundamentalmente respecto del asesinato de Camarena Salazar y de los sembradíos
de mariguana en Chihuahua.
También apareció
sorpresivamente, solo, a pie, el ex comandante de la PJF Armando Pavón Reyes,
cesado hace 15 días por su presunta responsabilidad en la fuga de Caro Quintero
del aeropuerto de Guadalajara y de la incursión en el rancho El Mareño, que
dejó un saldo de seis muertos.
Pavón, visiblemente nervioso
–se había entrevistado previamente con el director de la PJF-- dijo que acudía
voluntariamente para carearse con Caro Quintero.
--Quiero que me diga en mi cara
si me dio dinero por huir –afirmó mientras era rodeado y saludado por varios de
sus ex compañeros y amigos.
Agregó que se presentaba sin
amparo, confiado en la ley, y para lavar el buen nombre de la corporación en la
que trabajó 11 años.
Cuando se le pidió su versión
sobre la matanza de El Mareño, respondió con tres palabras:
--Fue un enfrentamiento.
A las 16:30 horas, salieron dos
autos atiborrados de judiciales. En uno de ellos iba Pavón Reyes, custodiado.
Atrás surgió una camioneta
blanca, con vidrios polarizados, que transportaba a los detenidos. La caravana
partió velozmente, tomó por Paseo de la Reforma al poniente y se perdió
finalmente, a pesar de los esfuerzos de algunos reporteros por alcanzarlos.
Se buscó inútilmente a los
detenidos en los reclusorios Norte y Sur y en los separos de la PJF del
conjunto Pino Suárez. Anoche, una fuente oficial dijo que los interrogatorios
continuaban en la Interpol. Presuntamente el operativo se armó para confundir a
los reporteros.
La PGR distribuyó fotografías
de los ocho detenidos. A Violeta Estrada Yavera, esposa de Juan Carlos Campero
Villanueva, la retrataron de perfil, porque tenía los “ojos morados”, dijo el
director de Comunicación Social de esa dependencia, Francisco Fonseca Notario.
Violeta y Juan Carlos viajaron
el 21 de marzo a San José, con 500 mil dólares que entregaron a Caro Quintero,
los que recogió la policía. Campero es gerente de Country Motors, empresa de
Guadalajara propiedad de los hermanos Eduardo y Javier Cordero Staufer,
confinados en el Reclusorio Norte, y a quienes ayer el juez primero de distrito
en material penal, Pedro Elías Soto Lara, les dictó auto de formal prisión como
presuntos responsables de delitos contra la salud y asociación delictuosa.
José Albino Bazán Padilla
adquirió en 700 y 800 mil dólares, respectivamente, las fincas California y La
Reforma, que también fueron incautadas, al igual que el avión Lear Jet en el
que se trasladó Caro Quintero de Guasave, Sinaloa, a la capital costarricense.
Por último, José Contreras
Subías fue señalado por la PGR
como responsable del homicidio del agente federal Manuel Mata Alvarado,
ultimado a balazos e incinerado en su patrulla, en Tijuana. La dependencia
había emitido un boletín en octubre en el que daba por cerrado y aclarado ese
caso. (Publicado el 7 de abril de 1985, con la colaboración de Rogelio Gómez)
Fue trasladado Rafael Caro al Reclusorio
Norte
Dos enviados de la mafia de Guadalajara rondaron ayer el Reclusorio
Norte, donde fueron consignados antes del mediodía Rafael Caro Quintero y seis
de sus cómplices.
Uno de ellos, alto, de lentes,
pelo rizado, botas de piel de cocodrilo, pantalón, camisa y chamarra azules,
dijo a La Jornada que intentó vanamente entrevistarse con el presunto
narcotraficante.
Después, logró penetrar al
presidio y ver de lejos a Caro Quintero, quien era resguardado por unos 60
individuos armados con metralletas.
“Lo tienen incomunicado”, dijo
a dos reporteros nacionales y a una corresponsal extranjera, y rehusó formular
más comentarios.
Su acompañante, un individuo
bajo, rubio, que cargaba un portafolios café, se limitaba a escuchar en
silencio.
Caro Quintero, según la
información proporcionada por la Procuraduría General de la República (PGR),
fue consignado por “delitos contra la salud en materia de estupefacientes y
sicotrópicos, así como por asociación delictuosa, introducción ilegal de armas
y otros ilícitos “debidamente” acreditados ante el Ministerio Público Federal.
El presunto narcotraficante
“queda o quedará” a disposición de las autoridades de Chihuahua, por su
presunta responsabilidad en el caso de las 8 mil toneladas de mariguana
incautadas en noviembre del año pasado. Caro Quintero, según la PGR, aceptó ser
el propietario de los plantíos y de la droga.
A pesar de que durante los
interrogatorios, que se extendieron durante más de 60 horas, alegó “inocencia”,
el narcotraficante queda también a disposición de la justicia federal de
Jalisco por el secuestro y asesinato del integrante de la Agencia
Antinarcóticos de Estados Unidos Enrique Camarena, y del piloto de la
Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Alfredo Zavala Avelar.
Igualmente se le atribuye
responsabilidad en el rapto de Sara Cosío Martínez.
Miguel Juárez Medina, uno de
los acusados, ingresó al Reclusorio Norte bajo los siguientes cargos: delitos
contra la salud en su modalidad de siembra, cultivo, cosecha y posesión de
mariguana, y asociación delictuosa.
José Albino Bazán Padilla,
Rodolfo Lepe Montes y Juan Carlos Campero Villanueva, por asociación
delictuosa; José Luis Beltrán Alvarez, por encubrimiento. Sin embargo,
obtendrán su libertad bajo fianza en cuanto la soliciten.
José Contreras Subías continúa
detenido en los separos de la Interpol, a disposición de las autoridades de
Tijuana. Se le atribuye el homicidio del agente de la Policía Judicial Federal
(PJF) Manuel Mata Alvarado.
Ni en la consignación ni en el
comunicado de la PGR se menciona a Violeta Estrada Yavero, esposa de Juan
Carlos Campero. Se desconoce si sigue detenida o fue liberada.
También se prestó especial
interés en ocultar la situación de los tres ex comandantes de la PJF Armando
Pavón Reyes, Alberto Arteaga García y Jorge Espino, quienes se presentaron el
sábado en la Interpol para declarar respecto de sus posibles nexos con la
mafia.
La PGR dijo que Caro Quintero y
coacusados fueron consignados dentro del plazo dispuesto por una resolución
dictada en el juicio de amparo promovido ante el juez primero de distrito en
material penal, Pedro Elías Soto Lara.
El juez Soto Lara informó, por
medio de terceros, que hoy a las 10 horas tomará la declaración preparatoria a
Caro Quintero y coacusados. Antes ordenó a dos de sus subordinados que
corrieran a los reporteros.
A las 11:18 horas se inició el
movimiento en las oficinas de la Interpol. Una camioneta vam blanca, con
vidrios polarizados, en la que viajaban los detenidos, salió velozmente del
estacionamiento, escoltada por una bronca y seis autos ocupados por, al menos,
25 agentes.
Quince minutos después llegaron
al Reclusorio Norte. La caravana fue recibida por unas 300 personas, entre
curiosos, policías y reporteros, y penetró rápidamente por una puerta lateral.
Camarógrafos y fotógrafos buscaron
los resquicios para captar imágenes. Caro Quintero fue el segundo en descender
de la camioneta. Iba esposado, con las manos por delante, y vestía las mismas
ropas con que salió de Costa Rica.
Los acusados fueron confinados
en el separo 120, el de mayor seguridad. Normalmente los reos de nuevo ingreso
son llevados a observación para los estudios físicos de personalidad.
Por otra parte, el New York
Times pregunta en un editorial: “¿Por qué México se dilató tanto en perseguir a
los asesinos de Camarena y arrestó a algunos oficiales de la policía sólo
después de que Washington ejerció gran presión? ¿Qué tan hondamente están
involucrados los oficiales policiacos en el negocio de las drogas?”
El diario recuerda que al final
de la pasada década México había dejado de ser el principal proveedor de
heroína y mariguana al mercado estadunidense, y se había convertido en un socio
efectivo en la lucha contra el tráfico de drogas. Sin embargo, ahora los envíos
se han incrementado ante el enojo de Estados Unidos, que ha encontrado ese
comercio floreciendo abierta y corruptamente, añade el periódico estadunidense.
El editorial, titulado “El tipo
salvaje de la droga mexicana”, dice que Caro Quintero “ama todo lo que el dinero
puede comprar”, porque el dinero ha logrado liberarlo de arrestos y
persecuciones. Como ejemplo, el diario señala que él logró abandonar el país
con la protección de los agentes mexicanos enviados para aprehenderlo.
Publicado el 9 de abril de 1985, con la colaboración de Rogelio Gómez).